Siempre acostumbraba salir muy de madrugada a su trabajo, pero desde hace varios días se estaba quedando dormido en casa como si nada pasara.
Es que estoy suspendido mi cielo…se justificaba.
Pero mi amor, no veo que te duela nada y ni siquiera has ido al médico, algo debes estar escondiendo, le cuestionó su esposa.
No es nada mi cielo, la verdad es que me dijeron que me quedara en casa, que me avisaban cuando teníamos que retornar.
Eran los primeros años del siglo veintiuno cuando la industria petrolera se paralizó casi por completo. La población estaba polarizada y hasta en los núcleos familiares las posiciones eran adversas.
Pues eso no me parece bien mi amor. Tu sabes muy bien que yo no estoy de acuerdo con el gobierno y no sé si tú, pero de algo si estoy claro: Si Ud. no trabaja, no tendremos comida ni ropa ni vacaciones ni nada y por el bien de nuestra familia, ¡usted tiene que ir a trabajar!.
Y no te preocupes, Ud. se va a trabajar y yo me quedo aquí apoyando el paro.
La señora, quien siempre se había dedicado a su casa y a sus niños, alisto esa misma tarde todo lo que su esposo suele llevar a su trabajo (braga, zapatos de seguridad, casco y chaleco salvavidas).
Esa noche la señora no durmió esperando que sean las cuatro de la mañana, momento en el que despertó a su esposo para que se alistara porque ella misma lo iba a llevar.
Pero mi amor, ya te dije, mis jefes me dijeron que me quedara en casa, que ellos me avisaban, déjame dormir un poco más… Aunque la verdad no se qué es lo que está pasando, yo no soy político, yo solo soy un trabajador petrolero, reflexionó entre dormido ante la presión de su esposa.
Exacto mi corazón, vaya temprano a hacer lo que usted sabe hacer. Que los políticos se encarguen de su política. Vamos, que ya son las cuatro de la mañana que vamos a llegar tarde.
Pero mi amor, que van ha decir mis compañeros, mis amigos, seguía reclamando el esposo mientras subía a la camioneta y la señora desde el volante le ordenaba subir.
Era la primera vez que estando los dos en el carro, fuese ella quien conduciría, siempre lo hacia el esposo salvo que él estuviera enfermo.
En silencio llegaron a la puerta del muelle San Francisco, allí abordaría una lancha para llegar a su lugar de trabajo. Había muchos guardias en la entrada. El señor mostró su identificación y la señora se adelanto para decir: no se preocupe, lo dejo y salgo enseguida. El acceso esta restringido señora, solo debe pasar el trabajador, la lancha todavía no ha salido, está a tiempo. Pero señor, tengo que llevarlo hasta el muelle, debo asegurarme que mi esposo aborde la lancha, tiene ya varios días en la casa y eso me pone mal, por favor déjeme llevarlo hasta allá.
El gesto persuasivo de la señora logró convencer al militar y en un momento estuvieron frente a la lancha que saldría hacia “Lago Medio”, lugar donde su esposo trabajaba.
En el muelle había pocas personas, pero al ver la lancha y algunos compañeros de trabajo el esposo volvió a sonreír, la señora notó su alegría porque seguía muy de cerca cada paso que su marido daba, pero se quedó allí para asegurarse que efectivamente abordara la lancha, y solo se fue cuando aquella lancha, por la distancia, parecía un punto en el lago de Maracaibo.
Era la primera vez que ella estaba en un muelle viendo partir a su esposo, fue un momento mágico. Siempre soñó un viaje por alta mar conociendo puertos y ciudades. Se sentía orgullosa de tener un esposo que siempre viajaba. Cómo debe disfrutar mi esposo esos amaneceres, ver el fulgor de las aguas cada mañana, se imaginaba mientras retornaba a casa.
Luego de esperar un tiempo prudencial decidió llamar a la Planta.
Alo?, por favor es con la planta Lago Medio?. Si señora, con quien desea hablar?, con Juan Cabanillas por favor. Habla su supervisor, él esta en el área, en que le puedo ayudar?... Con usted quería hablar señor, regáñelo por favor, él estuvo en casa sin hacer nada, primero me dijo que estaba suspendido, luego que le dijeron que se quedara tranquilo que luego lo llamarían, y yo creo que eso no es así. ¿Con quién hablo señora?. Soy Olga Coromoto, esposa del señor Juan Cabanillas. Efectivamente señora, no se preocupe, aquí estamos trabajando. Por favor señor, oblígalo para que no falte al trabajo, mañana yo mismo volveré a llevarlo al muelle y si es posible lo haré todos estos días. No se preocupe señora, su esposo ya esta trabajando y eso es lo más importante.
Es parte de la Novela: “LA ULTIMA GOTA DE PETROLEO” que pronto será publicada.