“Estoy libre el fin de semana. Si hay alguna actividad cuenten conmigo. Saludos”, fue el mensaje que recibimos ese viernes por la tarde.
Si fuera otro el momento, hubiéramos asegurado que se trataba de una invitación para un fin de semana de rumba y tragos, pero, eran tiempos en que no había gasolina en las estaciones de servicio ni gas en las bombonas.
“Dale chamín, vente mañana, nos vemos en el muelle Tía Juana. Saludos”, respondimos el mensaje al descubrir que se trataba de un joven profesional recién incorporado al equipo.
¿No será un infiltrado?, asomó alguien. Era una pregunta lógica en ese momento, dado que algunos llegaban a apoyar y otros a obstaculizar la puesta en servicio de las operaciones, en una industria petrolera literalmente parada. Pero el muchacho, acababa de llegar desde San Cristóbal aun sin tener transporte ni medios normales para viajar, y días antes había decidido retornar al Zulia mientras estuvo en una larga cola empujando el carro de su tío para conseguir algunos litros de gasolina.
Y fue cuando le dijo a su esposa: Mamá, voy para Maracaibo. ¡Pero mi amor!, ¡si no hay como irse!. No te preocupes, yo estaré bien, te estaré llamando, cuida a los niños.
Y con su mochila a la espalda salió a la carretera. Y mientras extendía la mano solicitando una cola, los pocos carros que en ese momento pasaban lo hacían evitando las frenadas. Los choferes pasaban muy concentrados, como regulando mentalmente el consumo de combustible de su vehículo.
De modo que, decidió caminar siguiendo la carretera -como si quisiera llegar a pie a Maracaibo-, y al doblar una curva, seiscientos metros más adelante, solo consiguió un camión accidentado.
Buenas tardes señor, parece que estamos en dificultades, si necesita ayuda estoy a la orden, se ofreció el joven al ver que el camionero con dificultad intentaba reemplazar un neumático.
En los ojos de aquel conductor se dibujó un síntoma de alegría. Ya no estaba solo, y por fin alguien como caído del cielo lo estaba ayudando.
Y el camionero preguntó:
Y tú, amigo, ¿a donde vas?
A Maracaibo señor, voy para Maracaibo.
¿Tu familia está allá?
No señor, está aquí en San Cristóbal.
¿Pero estas loco muchacho?, como te puedes ir dejando a tu familia sola, ¿no sabes que no hay combustible y todo está parado?. ¡Precisamente por eso voy a Maracaibo señor!, he trabajado en eso, conozco cómo funcionan esas plantas y se cómo se procesa el petróleo.
¡Que bien, que bien!. Lástima mi amigo que solamente tengo medio tanque de gasolina y debo llegar a Barquisimeto, sino, te llevaría a Maracaibo.
Y luego de varios días en carretera, algunas veces viajando en camiones y otras tantas caminando, y en ocasiones esperando con el camión en una cola para conseguir gasolina llegó a Maracaibo.
Y ese viernes por la tarde estuvo allí, ofreciéndonos su ayuda...
Con especial aprecio para Egner Aceros, ingeniero muy aplicado, meticuloso, solidario y entregado como el solo al trabajo.
Este relato es parte de la novela: “LA ULTIMA GOTA DE PETROLEO”, que pronto será publicada.
Este relato es parte de la novela: “LA ULTIMA GOTA DE PETROLEO”, que pronto será publicada.
Ahí en esa narración vemos a un soldado con herencia patriótica sirviéndole a Venezuela con ese amor de patria que todo soldado debe tener de servir con desprendimiento. La patria es amor, sacrificio y constancia Felicitaciones soldado Egner por ese amor a la patria Atte: Enrique Aceros.
ResponderEliminarComo dijo alguien: No pregunte que ha hecho la patria por usted sino, que ha hecho usted por la patria. Muy buen relato. Felicitaciones.
ResponderEliminar